La ciudad de Valencia ha dado desde siempre personajes
ilustres y, a veces, otros que han sido pintorescos y aunque no han alcanzado
la fama y el reconocimiento de los primeros, las historias que envuelven sus
biografías bien merecen ser rescatadas del olvido.
El caso que presentamos hoy es uno de esos que, en cuanto se
conozca, dibujará una sonrisa a quien lea este post.
Hablamos en esta ocasión de Ricardo Cánoves Macián, conocido
popularmente como “El Pernales” sin que nada tuviese que ver con el famoso
bandolero del mismo apodo.
Cánoves Macián (Picanya
1912-1983), era un hombre sin más estudios que los básicos pero ello no
le impidió mostrar una decisión y un arrojo fuera de serie y acometer
verdaderas hazañas.
Los comienzos de Ricardo, “El Pernales, fueron duros. Era el mayor de siete hermanos nacidos en el seno de una familia dedicada al transporte de materiales por tracción animal, burros, mulas y caballos y con doce años, nuestro protagonista, como muchos niños de su época, dejó la escuela para arrimar el hombro.
Ricardo Cánoves Macián, "El Pernales".
Los comienzos de Ricardo, “El Pernales, fueron duros. Era el mayor de siete hermanos nacidos en el seno de una familia dedicada al transporte de materiales por tracción animal, burros, mulas y caballos y con doce años, nuestro protagonista, como muchos niños de su época, dejó la escuela para arrimar el hombro.
Ricardo Cánoves Macián.
Sin embargo, la falta de estudios no afectó a su ambición y Ricardo Cánoves ya en edad adulta comenzó a utilizar vehículos a motor para realizar los transportes y creó su propia empresa, que en sus inicios no tenía nombre alguno, e incluyó entre sus actividades la poda y tala de árboles.
Sin embargo, la falta de estudios no afectó a su ambición y Ricardo Cánoves ya en edad adulta comenzó a utilizar vehículos a motor para realizar los transportes y creó su propia empresa, que en sus inicios no tenía nombre alguno, e incluyó entre sus actividades la poda y tala de árboles.
Una decisión que le saldría redonda.
Con su nueva
actividad, “El pernales” se encontró con la oportunidad de su vida. En la avenida
del Puerto existía un proyecto que nadie se atrevía a realizar: la necesidad de
talar de más de trescientos árboles que suponían un problema para el proyecto
de urbanización de El Grao y cuyo concurso había quedado desierto tres veces. El
Pernales se ofreció asegurando que necesitaría unos tres o cuatro meses para
concluir la obra, sin embargo fue capaz de realizar dicha tala en 45 días. Sin
interrupción del tráfico ni desgracias personales.
En esta fotografía puede verse el trabajo de la tala de los árboles de la avenida del Puerto y el reconocimiento que se le dio.
En esta fotografía puede verse el trabajo de la tala de los árboles de la avenida del Puerto y el reconocimiento que se le dio.
Pero, ¿Cuál era su secreto para afrontar estas titánicas
empresas? La respuesta la encontramos en su propio arrojo, pero también en su
capacidad de inventiva, ya que inventaba sus propias grúas o modificaba las que
ya tenía para dotarlas de una mayor funcionalidad.
Como es lógico, las noticias de sus empresas comenzaron a
circular fuera del territorio valenciano y comenzaron a llegar ofertas desde
otros puntos de España y desde fuera del país. Es en esta época cuando tiene
lugar un hecho singular que hace que “El pernales” merezca estar en esta sección
de personajes valencianos por su buena voluntad ya que, ni más ni menos, se
ofreció a enderezar la torre inclinada de Pisa y, además, se comprometía a
realizar dicha hazaña en el plazo máximo de quince días.
Como el mismo declararía a la prensa pondría “mi fortuna
como garantía de que el trabajo no puede fracasar”. A cambio pediría el módico
precio de un millón de las antiguas pesetas a cambio de dirigir la operación y
quedando a cargo de las autoridades italianas los gastos tanto de personal como
de material.
“El pernales” pretendía corregir la inclinación de la torre
de Pisa, que constaba de 5 metros, hasta llegar a los 3 metros de desviación ya
que, según su experta opinión “no conviene ponerla recta porque perdería su
gracia…”.
Pero, ¿cómo pretendía este industrial valenciano realizar
dicha empresa? Cánoves Macián lo tenía claro ya que “el sistema consiste
sencillamente en amarrar desde lejos, con unos cables, la torre, lo que
evitaría parte de su peso para trabajar con mayor facilidad. Después efectuaría
dos zanjas, y ya bajo los cimientos de
la torre, efectuaría una galería por donde pasaría una cadena con cada uno de
sus cabos en una de las zanjas antedichas, en la que dos tractores irían
haciendo un movimiento constante, muy ligero de ir y venir. La cadena actuaría
como sierra que reduciría la tierra por la parte hacia donde no se inclina la
torre, la cual, por su propio peso, regresaría hasta la posición en que se
desee conservarla. Luego el vacío que dejara se rellenaría de cemento para
evitar que se repitiese el fenómeno actual”
¿Os imagináis la Torre de Pisa recta? Pues nuestro protagonista estaba dispuesto a hacerlo.
El proyecto fue presentado al Delegado de Museos de Pisa, y fue sometido a su vez a la aprobación de las autoridades italianas, sin embargo, el ayuntamiento de esta localidad dejó la torre tal y como está puesto que consideró que ninguno de los proyectos presentados aseguraba la salvaguarda de la emblemática torre. Hoy en día, la torre de Pisa sigue estando inclinada pero, de haber estado recta en la actualidad, probablemente, hubiese sido obra de un valenciano.
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